El impacto psicológico en las mujeres ante un diagnóstico de enfermedad grave: comprender, acompañar y sanar
Recibir un diagnóstico de una enfermedad grave es, para cualquier persona, un punto de inflexión vital. Pero cuando hablamos de mujeres, la experiencia emocional y psicológica suele estar marcada por factores biológicos, sociales y culturales que la hacen especialmente compleja. Comprender estas reacciones no solo ayuda a transitar mejor el proceso, sino también a recuperar el sentido, la fortaleza y la conexión con la vida.
Hace unos días, conmemoramos la Semana del Día Mundial contra el Cáncer de Mama, y me movió a hablar de un tema que es especialmente importante, recordar que detrás de cada diagnóstico hay una historia, una mujer, una vida que cambia de rumbo. Más allá de la dimensión médica, el impacto emocional y psicológico requiere ser visibilizado, comprendido y atendido con la misma seriedad y cuidado.
1. El primer impacto: del desconcierto a la conmoción emocional
Para muchas mujeres, además, este impacto se mezcla con el peso de los roles que sostienen —madre, pareja, profesional, cuidadora— y con la sensación de no poder “fallar” o mostrarse vulnerables ante quienes dependen de ellas, o simplemente, no hacer sufrir a los que quiere.
2. Variables que influyen en el nivel de impacto
No en todas las personas impacta el diagnóstico con la misma intensidad. Existen varios factores que influyen en la forma en que se confronta esta, siempre estresante, situación:
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La naturaleza y pronóstico de la enfermedad: no es igual un diagnóstico con posibilidades de curación que uno crónico o degenerativo. El grado de gravedad también tiene un enorme peso en la forma de afectarnos.
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La historia personal y los recursos psicológicos previos: la resiliencia, la red de apoyo, la espiritualidad o las experiencias anteriores con la enfermedad modelan la respuesta emocional. Tener apoyos firmes, moderan el impacto.
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El momento vital: recibir un diagnóstico en plena etapa de crianza, durante un proceso de duelo o en medio de grandes responsabilidades puede amplificar la sensación de vulnerabilidad y estrés.
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El apoyo social y sanitario: la calidad del acompañamiento médico, familiar y psicológico tiene un efecto positivo y directo en la capacidad de afrontamiento.
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El significado simbólico de la enfermedad: algunas dolencias (por ejemplo, las que afectan órganos asociados a la feminidad o la fertilidad) pueden generar sentimientos de temor ante la pérdida de identidad o de autoestima, que incremente el grado de conmoción.
3. Reacciones emocionales esperables
A lo largo del proceso suelen aparecer distintos estados emocionales, que no siempre se presentan en orden, ni su aparición significa que se transitan de forma lineal, pudiendo volver a cualquiera de ellas después de ya haberla dejado atrás:
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Negación y evitación: que no deja de ser un intento natural y legítimo de protegerse ante una realidad excesivamente dolorosa.
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Rabia y frustración: por la pérdida del control, por la vulnerabilidad descubierta, por la injusticia percibida o por los cambios que impone la enfermedad.
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Tristeza y miedo: relacionados con la incertidumbre, los tratamientos o el pronóstico. Miedo a la pérdida vital, a la pérdida de independencia, a la pérdida de futuro, entre muchos otros miedos, todos ellos reales.
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Aceptación y adaptación: sería una etapa finalista, y deseable de alcanzar, aunque no siempre se va a lograr. En ella, la persona logra integrar la enfermedad como parte de su historia, sin dejar que la defina por completo. La persona es mucho más que un ser enfermo, por muy invasiva que esta enfermedad sea. Cada día es un logro en sí mismo.
Cada etapa requiere ser vivida con respeto, sin prisa y sin juicios. La misma persona, es quien primero debe aceptar la presencia de estos estados sin luchar por evitarlos.
4. Cómo ayudar: acompañar sin invadir, sostener sin dirigir
El acompañamiento psicológico en estas situaciones no busca “eliminar” el sufrimiento, esto sería del todo contraproducente, pero sí ayuda a canalizarlo y transformarlo en un proceso de crecimiento personal y emocional.
Es clave que en este proceso, el apoyo se base en:
- Fomentar que la persona tenga una libre expresión emocional, sin restringir, ni presionar para se exprese cuando no quiere, y por supuesto nunca minimizar su dolor.
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Trabajar el sentido de identidad más allá del rol de “paciente”. La persona es exactamente la misma que era antes del diagnóstico, sólo que ahora debe adoptar una serie de cambios necesarios.
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Reforzar las redes de apoyo y proponer el aprendizaje de estrategias de comunicación asertiva, así como poner a disposición de familiares y entorno próximo el apoyo necesario.
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Promover prácticas de autocuidado integral: descanso, nutrición, ejercicio adaptado, meditación, escritura terapéutica.
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Acompañar en la reconstrucción del proyecto vital, que puede incluir nuevos significados, metas y prioridades adaptados a la nueva realidad.
5. La dimensión de lo compartido: del aislamiento a la conexión
Una de las experiencias más dolorosas para muchas mujeres diagnosticadas es el sentimiento de aislamiento. Creen que nadie puede comprender lo que sienten o que deben mantenerse fuertes “por los demás”.
Sin embargo, compartir la vivencia con quien ha transitado un proceso similar puede marcar una diferencia profunda.
Desde la empatía genuina, es posible ofrecer un espacio seguro donde se sientan comprendidas, sin necesidad de palabras heroicas ni discursos de superación forzada.
6. Mi mirada como profesional y como mujer
Como psicóloga —y también como alguien que ha vivido personalmente el impacto de un diagnóstico serio— sé que el dolor puede transformarse en una oportunidad de autoconocimiento y fortaleza interior.
Acompañar a otras mujeres en ese camino es un compromiso que nace de la comprensión profunda, no solo desde la teoría, sino desde la experiencia humana compartida.
El proceso no es fácil, pero no tiene por qué vivirse en soledad. Con apoyo, comprensión y guía profesional, es posible reconstruir el equilibrio emocional y reencontrarse con la vida desde un lugar más auténtico y pleno.

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