AUTOESTIMA

La autoestima es esencial para la supervivencia emocional. El ser humano posee la capacidad de definir quien es, establecer una identidad y después decidir si le gusta o no dicha identidad. El problema surge cuando se rechazan partes de uno mismo, pues con ese proceder dañamos considerablemente algunas de nuestras estructuras psicológicas. 
Al autorechazarnos nos producimos un profundo dolor y para mitigarlo aprendemos a huir y/o reinterpretar cualquier situación que pensemos que pueda aumentar ese dolor. Buscamos la solución levantando barreras defensivas inconscientemente, cómo por ejemplo inculpándonos, encolerizándonos, siendo perfeccionistas, poniendo excusas, fanfarroneando, etc. 
En ocasiones se recurre al alcohol, a las demás drogas u otros comportamientos adictivos. Comportamientos que no van a aliviar nuestro malestar, lo más probable es que se agrave notablemente además de añadir nuevos problemas, creando un  círculo del que cada vez es más difícil salir.

Por nuestra  experiencia con los demás aprendemos a valorarnos en función de cómo somos tratados, de las expectativas que se han depositado en nosotros, de nuestros ideales, de nuestro nivel de desempeño, etc. Cuando esto nos está dañando debemos saber que todo aquello que se aprende es susceptible de “desaprenderse”. La forma en que uno se percibe a sí mismo es fruto de antiguas heridas y puede cambiar.

Todo el mundo tiene una voz interior critica, en las personas con baja autoestima esta voz  lee la mente a las otras personas, lleva el registro de los fracasos pero nunca de sus éxitos, fija estándares de perfección imposibles de alcanzar, exagera las debilidades,… y parece que es lo natural ya que comparte su vida cada día. Por distorsionados y falsos que sean sus ataques, siempre se le cree. El secreto para que una mentira sea creíble es repetirla lo suficiente y eso es precisamente lo que la voz crítica hace con quien tiene baja autoestima. Es una voz patológica que tiene su origen en el comienzo de  la historia vital.

Los padres enseñan sus hijos desde que nacen que las conductas son aceptables, reprobables, peligrosas, loables, etc. Se premia aquella conducta buena y se reprende la que no lo es. El niño desde muy pequeño, aprende así que debe ser de determinada forma para obtener la aprobación de sus padres, de alguna forma sabe que correría un grave riesgo si fuese rechazado. Todos crecemos con residuos emocionales de los gestos prohibitivos que nos llevan a pensar que hay una parte de nosotros que es mala y que explica por qué los ataques de esa voz crítica encajan tan bien con lo que uno ya sentía sobre sí mismo. 
Se aprende a escucharla y a creerla pero no se ha aprendido a desconectarla. Lo cierto es que puede aprender a analizar y a refutar lo que le dice la crítica. Puede resintonizarla antes de que envenene sus sentimientos.

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