LA VIDA. UN TRÁNSITO HACIA LA MUERTE
El morir comienza desde el momento de nacer, este es un axioma sin derecho a
réplica y en el que todos estamos de acuerdo, eso sí, a partir de alcanzar cierta
edad. Se nace sin conciencia de que algún día se tiene que morir, pero pronto se
advierte de manera creciente de que la vida, toda ella, tiene un ciclo: nacer,
crecer, declinar y morir.
Desde el prisma de la más pura ciencia natural, el envejecimiento biológico
comienza cuando termina el período de crecimiento, es un proceso gradual e
insidioso, pero progresivo. Ocurre entre los 25 y los 30 años, y es observable
después de los 40 años cuando el desgaste de los tejidos se hace evidente a
simple vista.
Hablamos de “envejecimiento primario” cuando nos referimos a este
proceso gradual e inevitable de declive que continua a lo largo de los años, y
sobre el cual, nuestras posibles actuaciones ejercen poca influencia.
Nos referimos al “envejecimiento secundario” como aquel proceso de deterioro
derivado de una enfermedad, el abuso y la inactividad, o un modelo de vida no
saludable y que si es sensible a las acciones de la persona para controlarlo.
Lo cierto es que, no podemos hablar de envejecimiento y pensar en una categoría
estándar, ya que el envejecimiento del ser humano es un proceso caracterizado
por una enorme diversidad, y además, en cada una de las personas manifiesta
una tendencia altamente cambiante a lo largo del tiempo.
Algunos factores que determinan dicha diversidad son: la herencia genética, el
estado de salud, el status socioeconómico, las influencias sociales, la educación
y la ocupación ejercida, las diferencias por generación y la personalidad.
Las mejores condiciones sanitarias y socioeconómicas, junto con los adelantos
tecnológicos de las últimas décadas, han propiciado el aumento de la esperanza
de vida; que no significa solamente que la población viva más años, sino que el
número de personas mayores aumenta al mismo ritmo que cambian sus
características personales y sociales, tienen nuevas formas de vida y sus
opiniones, convicciones y objetivos difieren bastante de los que tenían quienes
formaban este mismo grupo de población hace tan sólo unas décadas.
Según los estudios realizados sobre esperanza de vida y longevidad, las curvas
de supervivencia apoyan la idea de un límite biológico del ciclo de vida. Aunque
mucha gente vive más tiempo que en el pasado, las curvas todavía terminan
alrededor de los 100 años. Esto podría ser indicativo de que independientemente
de la salud, la condición física y de las mejoras ambientales; el límite máximo
del ciclo humano de vida no excedería significativamente a esta edad.
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