martes, 30 de abril de 2013

La vida Humana es Especial. 2ª parte


Si la vida del ser humano tiene un valor especial, requiere de una respuesta amplia. No puede constreñirse en una respuesta concreta y cerrada. Aunque la mentalidad dominante al respecto, en estos momentos en la comunidad científica (e incluso podría aventurarme a afirmar que en una parte importantísima de la sociedad occidental), tristemente se aleja mucho de esta reflexión integral del concepto de persona.
La novela de ciencia ficción  escrita en 1932 “Un mundo feliz”  retrata una sociedad que utiliza todos los medios científicos y tecnológicos para controlar a los individuos. Los niños son concebidos en probetas (en los criaderos) y están modificados genéticamente para pertenecer a una de las cinco categorías existentes en la población. Su estilo de vida es diseñado por los mandatarios según sus necesidades e intereses, toman droga asiduamente y la sexualidad es utilizada como señal de cortesía entre individuos. Los que están descontentos, son apartados y confinados en una especie de reserva, con los salvajes. Todo ello, tras eliminar en primer lugar la familia y el amor conyugal, y después las demás formas de manifestación de la personalidad humana. Interesante la visión la del autor, desgraciadamente esta sátira futurista esta peligrosamente cerca de la realidad, si no ha sido superada ya en algunos puntos.
Es absolutamente necesario recuperar la dignidad de la vida humana, la verdadera dignidad. La que no depende de las condiciones, la cultura, los recursos, los procesos psicológicos,…., sino, única y exclusivamente de el ser y por ser. Desde el mismo momento de la concepción hasta el último aliento de vida, el ser humano es una persona. Su vida es única, irrepetible y valiosa por sí misma. Esta inscrita en la historia de la humanidad y tiene una trascendencia. No cabe más interpretación que esta.
Cada una de las vidas es merecedora del respeto máximo. Existe el ser espiritual y aunque se niegue, es imposible acallarlo, pues emerge de la misma naturaleza humana porque es inherente a ella. Hay “algo” en las personas que no se agota en lo biológico. 

jueves, 25 de abril de 2013

Taller ¿Compra impulsiva o compra compulsiva?


  • Clinica Gabriel.Mislata.  
    Jueves 9 de Mayo 

  • Inicio del taller a las 11h con una duración de una hora mas media de ruegos y preguntas.Inversión de 15€ por ser la primera de una serie de talleres.

    Índice

    1. Introducción
    2. ¿Un problema nuevo?
    3. Los estímulos de compra
    4. Compra por impulso
    5. Compra impulsiva
    6. Compra compulsiva
    a. Características de la compra compulsiva
    b. Factores que contribuyen al inicio y mantenimiento de la compra compulsiva
    c. El proceso
    7. Tipos de consumidores
    8. Características personales y adicción al consumo
    a. Depresión
    b. Ansiedad
    c. Impulsividad
    d. Autoestima
    e. Materialismo
    f. Actitud hacia el dinero
    9. Problemas con el consumo según el sexo
    10. Relación entre edad, clase social y adicción al consumo
    11. Síndrome de la moda
    12. Señales de aviso
    13. Algunas alternativas terapéuticas
    a. Terapia Individual
    b. Terapia de Grupo
    14. Bibliografía

miércoles, 24 de abril de 2013

¿Compra impulsiva o compra compulsiva?.


La sociedad del tercer milenio es consumista, no en vano es conocida como sociedad de consumo. Nos invade la publicidad en todos los medios de comunicación que nos recuerdan reiteradamente las mejores marcas, nos “premian” con promociones, en definitiva, nos inducen a gastar. En realidad pensamos que consumir es natural, aceptable, mejora la autoestima, estimula la actividad económica.

Además, es fácil encontrar ocasiones para hacer regalos, adquirir artículos para las propias necesidades, invertir en vivienda y transporte, etc. Pero desafortunadamente para algunas personas, la costumbre y el hábito de gastar se convierten en una necesidad patológica.
Compramos cosas innecesarias por diferentes motivos, algunas veces buscando la propia autoafirmación mediante la mejora de la imagen, la comodidad, el capricho personal o por una afición al coleccionismo. En otras ocasiones, compramos al dictado de lo que marque la moda o cedemos a la presión de la rivalidad para no ser menos que los otros. En este ambiente, una de las consecuencias esperables es que un porcentaje de la población desarrolle una adicción a la compra.

Según el Informe Europeo sobre Adicción al Consumo: una tercera parte de los ciudadanos de la U.E, los españoles entre ellos, tienen serios problemas de autocontrol a la hora de realizar sus compras. El 33 % de los españoles tiene un alto nivel de tendencia al consumo irreflexivo o innecesario. Entre un 1 y un 4 %  de ellos podría ser considerado como “consumidor patológico”, y necesitaría algún tipo de tratamiento o ayuda psicológica. Si bien, cuesta mucho que estas personas sean conscientes de que tienen un problema, de hecho, cuando acuden a tratamiento lo hacen impulsados por la familia.

Estos compradores compulsivos son capaces de dilapidar más de lo que tienen y poner en peligro su trabajo y familia para satisfacer su ansía de comprar sin parar. La excitación experimentada es comparable a otras situaciones como la del juego, la droga etc. Y el motivo de ello es que los procesos psicológicos que están a la base de estas conductas son los mismos que en los demás tipos de adicciones.

Un amplio número de problemas psicológicos, familiares o sociales  se relacionan con el consumo y el gasto. Estudios recientes indican que el número de casos patológicos está en ascenso.

Preocupa muy especialmente la falta de una adecuada respuesta educativa al respecto, que dirigida a niños y jóvenes, les informe y proteja como los consumidores que ahora son, y les prepare como los futuros consumidores adultos que serán mañana. Esto es grave, más si se tiene en cuenta que los jóvenes son los más vulnerables a la publicidad.

La edad de inicio del problema, se sitúa en los 18 años y se acentúa unos pocos años después, cuando entran a formar parte del mundo laboral. Pero es en las décadas entre los 30 y 40 años donde se sitúa un mayor número de adictos. En promedio, tardan una media de 12 años en tomar consciencia del problema. Por cada hombre adicto a la compra, son 4 las mujeres que presentan este problema.

Los problemas relacionados con el consumo no han empezado a preocupar seriamente a la población en general, ni a la comunidad científica en particular, hasta hace relativamente unos pocos  años:

En primer lugar, la atención se centró en las repercusiones ecológicas y medioambientales de los actuales modos de producción y consumo.

Con posterioridad se le ha sumado la preocupación por la influencia que ejercen determinados mensajes publicitarios y hábitos de consumo sobre el comportamiento de las personas.

La incorporación más reciente sin duda, es la toma de conciencia de algunos consumidores sobre aquellos productos que en su obtención o elaboración han estado basados en métodos de producción que no pueden considerarse moralmente dignos, ya sea por las condiciones inhumanas  a las que son sometidos los trabajadores, o cualquier otro tipo de circunstancia degradante y/o abusiva que acompañe la obtención de beneficios mediante su comercialización.

En el año 1994, Javier Garcés Prieto realiza un estudio en colaboración con la Unión de Consumidores para el estudio, prevención y tratamiento de los problemas relacionados con la adicción al consumo, la compra impulsiva y el sobreendeudamiento, las repercusiones psicológicas, sociales.  Fue el primero en España.

En 1998, la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha impulsó un programa con el apoyo de la Comisión Europea a través del Instituto Europeo Interregional de Consumo bajo la dirección técnica de Javier Garcés. Participaron diversas entidades regionales de España, Gran Bretaña e Italia.

Los instrumentos de estudio, programas de actuación y de terapia creados a partir de estos trabajos, fueron el  modelo de actuaciones sobre los que se basaron los posteriores estudios realizados en Europa y América.

Actualmente se están realizando ensayos clínicos con medicamentos que puedan tratar la adicción a la compra, siendo posiblemente los antidepresivos los medicamentos más útiles.

 Algunas personas pueden sentirse especialmente atraídas por los distintos estímulos relacionados con la compra o las actividades de consumo: mirar escaparates, ir a un hipermercado o pasear por grandes almacenes, etc.

Esta afición no es alarmante en sí misma, ni tiene por que desembocar en una adicción a las compras como tal, no obstante empieza a ser preocupante cuando pasa de ser una distracción a llenar la mayor parte del tiempo libre de una persona, aunque no se tenga necesidad de adquirir ninguna cosa. Especialmente tendremos que prestar atención cuando se vive la experiencia de “ir de escaparates” como un impulso constante que llena totalmente las horas disponibles  imposibilitando la realización de cualquier otra actividad.
Las características de los centros comerciales facilitan que este tipo de actividad sea muy gratificante y absorbente. Normalmente se accede en coche por la estratégica situación en la que se encuentran, aunque facilitan el acceso mediante el transporte público. El desplazarse en coche no es un obstáculo, podemos encontrar aparcamiento pues cuentan con un número de plazas de aparcamiento elevadísimo. Además, se acompañan de una amplia variedad de alternativas de ocio y de todo tipo de servicios como por ejemplo, cine, restaurantes, boleras, etc.

Y lo más atractivo, sin duda es que ofrecen la posibilidad de “no comprar”, con lo cual nos provocan un espejismo de control hace que nos sintamos mucho más protegidos de lo que en realidad estamos. Es justo cuando nos relajamos, cuando somos más vulnerables. Tanto es así, que seguro que nos sorprenderá un dato que está basado en varios estudios: en los grandes almacenes, la vestimenta de los empleados no es casual, sirven de modelos, y es por ello que aquellas prendas que son iguales o muy parecidas son las que más se venden

La compra compulsiva y/o patológica se caracteriza por los siguientes criterios:
  1. La presteza e inclinación hacia la compra de manera urgente e inevitable.
  2. El sentimiento de pérdida de control personal.
  3. Dependiendo de la capacidad adquisitiva el mayor o menor desequilibrio del presupuesto personal y/o familiar como consecuencia de los desembolsos o de las deudas contraídas, sin que en ello se incluyan la compra de vivienda o del coche.
  4. Los sentimientos de culpa tras la compra
La persona que esta inmersa en este espiral, suele comenzar el día con un nivel creciente de ansiedad a causa de los pensamientos intrusivos que hacen que solo pueda pensar en salir a comprar. Lo más habitual es que ceda al malestar en algún momento del día y termine por ir a comprar.
Al adquirir un nuevo producto, no importa mucho cual sea, se sentirá bien. La ansiedad desaparecerá y se  notara relajada, aunque solo se sentirá así  momentáneamente, puesto que pasado un corto espacio de tiempo tomara consciencia de que ha sucumbido una vez más y comienza otra vez a sentirse mal.
En ese momento lo que le pasa es que sufre un sentimiento de culpa por la conducta que ha realizado, por gastar el dinero en algo que seguramente no le hace falta, posiblemente no sepa ni qué hacer con ello. Cuando termina el día, su estado anímico es depresivo. Mañana se levantara ansiosa,….. Para aliviar el malestar, vuelve a comprar….
Desde que tiene el impulso hasta que lo materializa pueden pasar entre 1 y 5 horas. Luego estarán comprando una media de dos horas, aunque en algunos casos pueden estar hasta siete.

La media de episodios en un mes, según datos de  población valenciana con problemas de adicción a las compras, es de 13 episodios de compra descontrolada. Generalmente por las tardes, 70% de los casos, ya que la tarde tiene un componente de sociabilidad mayor que la mañana. En cambio, compran en solitario, como sucede en otras conductas adictivas, estas personas son conscientes de lo inadecuado de su conducta.

Épocas de rebajas, San Valentín, Día de la Madre, Navidad, etc. agrava considerablemente la problemática de estas conductas.

La persona tiene una sensación subjetiva de sufrimiento por esa adicción,  que puede llegar a  perturbar gravemente su vida personal, familiar, laboral o social.

Este tipo de adicciones está relacionado en ocasiones con otras como puede ser por ejemplo, la adicción a la comida donde el patrón que sigue el sujeto es muy similar.



domingo, 7 de abril de 2013


La vida humana es especial. Podemos hacer esta afirmación basándonos en una evidencia: la forma de obrar del ser humano es superior a la forma de obrar del resto de las especies. El ser humano tiene capacidades superiores, es inteligente. Pero esta afirmación aunque cumple el criterio de veracidad, no supera el de suficiencia.

Sí solamente consideramos persona a aquellos individuos pertenecientes a la raza humana que demuestran tener unas capacidades que identificamos con un concepto abstracto al que llamamos (por convención) “inteligencia”, estamos aceptando que solamente es persona aquel que puede manifestar,  todas o algunas de estas capacidades.
Es una visión sesgada e incompleta del ser humano persona. ¿Qué pasa con los embriones, con los enfermos de Alzheimer u otras demencias, los que están en estado de coma, o los bebés? Por ejemplo, ¿No es este el argumento que llevó a tomar a los hombres de raza negra como esclavos por aquellos individuos de raza blanca que se autodenominó superior? No tenían alma, decían, no demostraban poseer las mismas aptitudes que aquellos que se permitían invadirlos. No eran personas. Toda distinción entre ser humano y persona implica una discriminación hacia el ser humano. Y yo me pregunto: ¿Qué haría un gran empresario neoyorquino viviendo en una tribu primitiva africana? ¿Quien sería allí el inteligente? Estas aptitudes ni son permanentes, ni innatas, ni son las mismas en todas las culturas. Dependen en alto grado del ambiente y la cultura en la que se desarrollen las personas.
De todos modos, sí son las aptitudes superiores demostrables las que otorgan la categoría de persona a un individuo humano, es necesario apuntar que estas aptitudes superiores igualmente pueden ser utilizadas para respetar al prójimo y amarlo, o para atropellar sus derechos,  exterminarlo e incluso dañarse a sí mismo. ¿Por qué? ¿Qué es lo que hace que un hombre incline su comportamiento hacia una actitud u otra? Desde esta perspectiva nunca podrá abarcarse totalmente la verdadera significación de lo que es ser persona puesto que es incapaz de dar respuesta a estos interrogantes ¿Que somos entonces? ¿Un mero equilibrio de átomos? Simplemente, pensar esto es ridículo. La lógica de los agnósticos es que solamente somos materia biológica, de hecho actualmente en nuestro país, un feto es considerado material biológico.
Si tomamos estas teorías como ciertas estamos abrazando en los mismos discursos que tanto dolor han producido en la historia de la humanidad y que hipócritamente rechazamos. Se presta a inferir que aquellos individuos que no manifiesten un desarrollo de ciertas aptitudes adaptado al modelo que según convención se acuerde ¿son personas de orden inferior? o acaso ¿no son personas? Quizás sea esta la justificación de tantos avasallamientos contra la verdadera dignidad humana, que en el primer mundo se permiten “so capa” de un falso progreso, contra aquellos que o bien culturalmente están menos desarrollados, o son más indefensos, o resultan más molestos, o provocan un mayor gasto económico.
Además, para que pueda aparecer un determinado producto que llamamos inteligencia, primero debe haber aparecido la persona a la que Dios dota de inteligencia. Nunca puede suceder al contrarío. Pero, sí se niega la imagen de Dios, el espíritu es una invención de un grupo de gente radical con ideas muy pasadas de moda. Este es un hecho que revoca la cientificidad de este planteamiento. Desde la ciencia, y siendo estrictos  no es lícito negar la realidad de la existencia del alma humana, ya que ello significaría que se puede afirmar fehacientemente que no existe.
 Vivimos un tiempo donde la credulidad científica no tiene límites, sin embargo, va acompañada de una creciente desconfianza hacia todo cuanto se refiere al mundo del espíritu. Es como si la fe en la técnica y la preocupación por la conquista del mundo exterior alejara al hombre de si mismo. Se ha pasado a una ciencia desentendida de la conciencia y principalmente preocupada por los problemas biológicos, económicos, ecológicos, sociales, psicológicos, etc. pero no éticos. La tecnociencia.
Falacias como la afirmación propia de la corriente del Utilitarismo de que “toda la investigación es SIEMPRE un progreso para la humanidad”, es fácilmente refutable. Incluso para una mentalidad que niegue la existencia del alma humana, nos será fácil coincidir en que la bomba atómica, las armas biológicas de destrucción masiva, o los experimentos farmacológicos con humanos no pueden calificarse como un progreso de la humanidad y sin embargo, todos son productos de la investigación. Incluso, desde esa óptica la condena al genocidio nazi es totalmente incompresible y e hipócrita,  pues fueron unos grandes investigadores y por tanto esto justificaría los medios que emplearon (siempre según esta teoría). La perdida de vidas en “pro” del desarrollo científico debería considerarse en todo caso, como daños colaterales que es como se considera el descarte de embriones en una fecundación in vitro en estos momentos ¿no?, y no como genocidio, por poner solo un ejemplo.
Pero, sabemos que esto no es verdad porque en la medida de que observemos nuestra experiencia podemos llegar a la validación de nuestra hipótesis de que somos espirituales y como consecuencia de ello, nuestra vida es sagrada. Claro que no se puede atrapar completamente con el método científico, como tampoco lo hacen conceptos tan básicos y poco cuestionados como la amistad, el amor, la vergüenza, el recelo, el temor, etc. ¿Alguien ha visto físicamente la amistad cruzando una calle? En cambio nadie duda de su existencia. Se tiene experiencia de ella, como también se tiene experiencia de la existencia de la espiritualidad humana como parte de la persona. Esta afirmación lleva implícita el reconocimiento del carácter de persona como inherente a la vida humana. 

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