La vida humana es especial. Podemos hacer esta afirmación basándonos en una evidencia: la forma de obrar del ser humano es superior a la forma de obrar del resto de las especies. El ser humano tiene capacidades superiores, es inteligente. Pero esta afirmación aunque cumple el criterio de veracidad, no supera el de suficiencia.
Sí solamente
consideramos persona a aquellos individuos pertenecientes a la raza humana que
demuestran tener unas capacidades que identificamos con un concepto abstracto
al que llamamos (por convención) “inteligencia”, estamos aceptando que
solamente es persona aquel que puede manifestar, todas o algunas de estas capacidades.
Es una visión
sesgada e incompleta del ser humano persona. ¿Qué pasa con los embriones, con
los enfermos de Alzheimer u otras demencias, los que están en estado de coma, o
los bebés? Por ejemplo, ¿No es este el argumento que llevó a tomar a los
hombres de raza negra como esclavos por aquellos individuos de raza blanca que
se autodenominó superior? No tenían alma, decían, no demostraban poseer las
mismas aptitudes que aquellos que se permitían invadirlos. No eran personas. Toda
distinción entre ser humano y persona implica una discriminación hacia el ser
humano. Y yo me pregunto: ¿Qué haría un gran empresario neoyorquino viviendo en
una tribu primitiva africana? ¿Quien sería allí el inteligente? Estas aptitudes
ni son permanentes, ni innatas, ni son las mismas en todas las culturas.
Dependen en alto grado del ambiente y la cultura en la que se desarrollen las
personas.
De todos modos,
sí son las aptitudes superiores demostrables las que otorgan la categoría de
persona a un individuo humano, es necesario apuntar que estas aptitudes
superiores igualmente pueden ser utilizadas para respetar al prójimo y amarlo,
o para atropellar sus derechos,
exterminarlo e incluso dañarse a sí mismo. ¿Por qué? ¿Qué es lo que hace
que un hombre incline su comportamiento hacia una actitud u otra? Desde esta
perspectiva nunca podrá abarcarse totalmente la verdadera significación de lo
que es ser persona puesto que es incapaz de dar respuesta a estos interrogantes
¿Que somos entonces? ¿Un mero equilibrio de átomos? Simplemente, pensar esto es
ridículo. La lógica de los agnósticos es que solamente somos materia biológica,
de hecho actualmente en nuestro país, un feto es considerado material
biológico.
Si tomamos estas
teorías como ciertas estamos abrazando en los mismos discursos que tanto dolor
han producido en la historia de la humanidad y que hipócritamente rechazamos.
Se presta a inferir que aquellos individuos que no manifiesten un desarrollo de
ciertas aptitudes adaptado al modelo que según convención se acuerde ¿son
personas de orden inferior? o acaso ¿no son personas? Quizás sea esta la
justificación de tantos avasallamientos contra la verdadera dignidad humana,
que en el primer mundo se permiten “so capa” de un falso progreso, contra
aquellos que o bien culturalmente están menos desarrollados, o son más
indefensos, o resultan más molestos, o provocan un mayor gasto económico.
Además, para que
pueda aparecer un determinado producto que llamamos inteligencia, primero debe
haber aparecido la persona a la que Dios dota de inteligencia. Nunca puede
suceder al contrarío. Pero, sí se niega la imagen de Dios, el espíritu es una
invención de un grupo de gente radical con ideas muy pasadas de moda. Este es
un hecho que revoca la cientificidad de este planteamiento. Desde la ciencia, y
siendo estrictos no es lícito negar la
realidad de la existencia del alma humana, ya que ello significaría que se
puede afirmar fehacientemente que no existe.
Vivimos un
tiempo donde la credulidad científica no tiene límites, sin embargo, va acompañada
de una creciente desconfianza hacia todo cuanto se refiere al mundo del
espíritu. Es como si la fe en la técnica y la preocupación por la conquista del
mundo exterior alejara al hombre de si mismo. Se ha pasado a una ciencia
desentendida de la conciencia y principalmente preocupada por los problemas
biológicos, económicos, ecológicos, sociales, psicológicos, etc. pero no éticos.
La tecnociencia.
Falacias como la
afirmación propia de la corriente del Utilitarismo de que “toda la
investigación es SIEMPRE un progreso para la humanidad”, es fácilmente
refutable. Incluso para una mentalidad que niegue la existencia del alma
humana, nos será fácil coincidir en que la bomba atómica, las armas biológicas
de destrucción masiva, o los experimentos farmacológicos con humanos no pueden
calificarse como un progreso de la humanidad y sin embargo, todos son productos
de la investigación. Incluso, desde esa óptica la condena al genocidio nazi es
totalmente incompresible y e hipócrita, pues
fueron unos grandes investigadores y por tanto esto justificaría los medios que
emplearon (siempre según esta teoría). La perdida de vidas en “pro” del
desarrollo científico debería considerarse en todo caso, como daños colaterales
que es como se considera el descarte de embriones en una fecundación in vitro
en estos momentos ¿no?, y no como genocidio, por poner solo un ejemplo.
Pero, sabemos
que esto no es verdad porque en la medida de que observemos nuestra experiencia
podemos llegar a la validación de nuestra hipótesis de que somos espirituales y
como consecuencia de ello, nuestra vida es sagrada. Claro que no se puede
atrapar completamente con el método científico, como tampoco lo hacen conceptos
tan básicos y poco cuestionados como la amistad, el amor, la vergüenza, el
recelo, el temor, etc. ¿Alguien ha visto físicamente la amistad cruzando una
calle? En cambio nadie duda de su existencia. Se tiene experiencia de ella,
como también se tiene experiencia de la existencia de la espiritualidad humana
como parte de la persona. Esta afirmación lleva implícita el reconocimiento del
carácter de persona como inherente a la vida humana.
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