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Introducción


Cuando nuestros antepasados desarrollaron la agricultura, más o menos 10.000 años A.C: abandonaron progresivamente su  rol de cazadores y recolectores, tomando el control de la producción por medio de la agricultura y la ganadería. Se calcula que este cambio incremento la población un 1.000 %. El hombre ya no era nómada, se estableció y durante siglos fue perfeccionando sus técnicas productivas.

En los últimos cincuenta años (quizás sesenta) debido al espectacular desarrollo de una agricultura y una ganadería capaces de producciones intensivas se  han generado, al menos en las sociedades desarrolladas, unas altas cantidades de alimentos, causantes de que tengamos disponibles un número ilimitado de calorías que obtenemos con un escaso gasto energético por nuestra parte.

Desde esta perspectiva es fácil entender porque nuestra especie esta manifestando una tendencia a engordar. Quizá responda a una nueva adaptación que a lo largo de numerosas generaciones futuras camine hacia una obesidad sin repercusiones en la salud no sabemos muy bien por, ni para que finalidad. Pero de momento, lo que sí sabemos ya, es que esta tendencia,  y un ideal de belleza no demasiado conectado a la realidad desarrollado en el mundo occidental,  esta causando problemas a un numero importante de personas en forma de trastornos alimentarios.

Los trastornos de la alimentación constituyen uno de los problemas de salud que han experimentado mayor crecimiento en la población joven. En la actualidad, el ser delgado se asocia con la belleza y la salud, lo que está provocando un culto por el cuerpo y la búsqueda del canon estético de la delgadez que lleva a establecer objetivos de pérdida de peso no realistas cada vez desde edades más tempranas.

Estudios recientes sugieren que 11.2% de los adolescentes muestran conductas alimentarías de riesgo para el desarrollo de TCA, de las que casi 70% de los casos son mujeres[1] . Otro estudio mostró como hasta un 8% de las universitarias encuestadas creían que las estrategias extremas que se han popularizado para el control del peso (por ejemplo, las dietas monoalimentarias) son prácticas útiles.

Estas dietas de dudosa eficacia pueden conducir al desarrollo, no sólo de los bien conocidos trastornos alimentarios, sino también de nuevos TCA como la vigorexia y la ortorexia, el trastorno por atracón o trastorno alimentario compulsivo. Ser mujer y vivir en una cultura occidental ya constituye un factor de riesgo para padecer un  TCA.

Generalmente, las mujeres comienzan a restringir su dieta cuando hay diferencias entre cómo se ven y cómo se quieren ver; es decir, cuando creen que su cuerpo no concuerda con el ideal social, se genera en ellas una insatisfacción con el tamaño y la forma de su cuerpo.


[1] Aubalat, Quiles y Castaño, 2011


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