Estamos envejeciendo...

La población global está en proceso de envejecimiento, esto es un hecho. Los incrementos más rápidos de envejecimiento poblacional se darán en los países en desarrollo. De hecho, en muchas partes del mundo el grupo de edad de crecimiento se produce en personas de ochenta o más años.

Este es el resultado de una combinación entre varios factores, como por ejemplo: la disminución de la fertilidad, el crecimiento económico, una mejor nutrición, estilos de vida más sanos, mejor control de las enfermedades infecciosas, agua e instalaciones de salubridad más seguras, y también, como obviar el avance en la ciencia, la tecnología y la medicina en las últimas décadas.

A lo que coloquialmente llamamos “tercera edad”, se refiere en realidad a un amplio colectivo de personas con un vasto rango de edades; en consecuencia, es la etapa en la que se dan mayores más acusadas diferencias entre sus componentes, tanto en el estado funcional, cognitivo, motor, psicológico, etc. de cada persona anciana; y también en la red social y familiar que les rodea, su nivel de adaptación a la nueva situación económico-laboral, etc. por nombrar solo alguno de los muchos ejemplos posibles. 

Lo cierto es que la edad cronológica pierde valor explicativo en esta etapa. A pesar de todo ello, en nuestro modelo social actual, la vejez se asocia con escenarios de calado negativo. Habitualmente se atribuye a esta etapa de la vida particularidades como la dependencia, la enfermedad, los problemas cognitivos, la soledad, etc. Son estos unos estereotipos que pueden tener o no relación con la realidad.

Podemos constatar, si escuchamos a nuestros mayores, especialmente a aquellos que tienen menos años, mantienen mejores niveles de salud, o cuentan con una mejor red de apoyo familiar y social, -en definitiva, los que viven su tiempo con un interés que supere el de la mera supervivencia-, que éstas creencias de negatividad y decadencia no son aplicables, ni mucho menos, en todas las personas mayores. ¡Nada más lejos de la realidad!

Es necesario, erradicar falsas creencias y errores, y sobre todo revelar la inconveniencia de generalizar cuando hablamos de la vejez, puesto que, de lo contrario, y a pesar de todos nuestros esfuerzos y de nuestra indudable competencia profesional, podríamos no estar proporcionando a nuestros ancianos una atención acorde con sus necesidades reales, que son exclusivas e individuales.

Aunque es cierto que existe una tendencia similar en cuanto al patrón de comportamiento biológico y fisiológico, no lo es menos que la combinación (única y exclusiva de cada individuo) de variables comportamentales, ambientales y genéticas tienen una clarísima influencia en el proceso de envejecimiento.

De todos modos, incluso en aquellos casos en los que la presupuesta situación de deterioro este presente, no necesariamente se debe asumir en estas personas la carencia de ilusiones, proyectos o esperanzas. Es más, en estos casos es una muy buena práctica ayudarles a buscar, incitar y promover propósitos e ilusiones que den significado y valor a su presente, sea cual sea la circunstancia en que lo transiten.

Estoy segura de que promocionar el conocimiento de todos los conceptos relacionados con el desarrollo humano, el envejecimiento, la enfermedad terminal y la muerte, proporciona una base adecuada sobre la cual apoyar debidamente la ayuda que se proporcione a las personas en las etapas finales de sus vidas, así como a sus familiares y cuidadores, cada uno de ellos inmerso en su momento vital particular.


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