LA PERSONA EN CRISIS
En latín crisis significa mutación o cambio. En general, una crisis se entiende como la entrada a una situación personal que obliga a juzgar y tomar decisiones importantes.
Este es un término muy utilizado en el lenguaje coloquial, y con demasiada frecuencia se utiliza haciendo hincapié en sus connotaciones negativas, asociándolo automáticamente a malestar, desequilibrio o riesgo; eclipsando su aspecto más positivo, la oportunidad de conducirnos a un nivel de madurez superior.
Este es un término muy utilizado en el lenguaje coloquial, y con demasiada frecuencia se utiliza haciendo hincapié en sus connotaciones negativas, asociándolo automáticamente a malestar, desequilibrio o riesgo; eclipsando su aspecto más positivo, la oportunidad de conducirnos a un nivel de madurez superior.
Para Taplin, la definición de crisis sería una “violación de las expectativas de la persona sobre su vida por algún suceso traumático, o la incapacidad del individuo y su mapa cognoscitivo para manejar nuevas situaciones”.
Todo cambio importante conlleva un cierto nivel de estrés, pero los cambios asociados a una crisis son desmesuradamente estresantes. Aparecen importantes dudas sobre cómo actuar y que pensar sobre uno mismo y el mundo circundante, se pierde seguridad y predominan la vulnerabilidad y la inestabilidad.
La persona vive la sensación de caos interior y desasosiego, de temor en el futuro, de apremio y de falta de sentido. En estas ocasiones, rara vez se mantiene la suficiente lucidez para considerar y prever objetivamente y con calma, los posibles resultados futuros.
Para la mayoría de la gente la desorganización y el trastorno excesivos, característico de la crisis, son aterradores y nuevos. Al carecer de caminos para conceptuar y comprender la experiencia, muchas personas en crisis dicen tener miedo de “volverse locos”, “perder la cabeza”, “perder el control”, como si sus sentimientos fueran un signo de enfermedad mental.
En una crisis, se atraviesan estadios. El primero de ellos sería el estupor, que se traduce en asombro, miedo o inhibición ante unas vivencias nuevas e incomprensibles que está atravesando; la incertidumbre que se origina cuando se debe optar por una u otra salida, o en la búsqueda de esas posibles salidas; y la amenaza, o sensación de estar ante un peligro, a veces inespecífico y otras veces concreto.
La crisis supone peligro por el dolor que conlleva la pérdida de seguridad y la estabilidad anterior, y oportunidad en tanto que al tocar fondo se presenta la oportunidad de salir fortalecido de la situación, si la persona es capaz de aprender nuevas habilidades o activar las que ya poseía.
El resultado va a depender, además de los recursos personales, de otras variables externas como, por ejemplo, la gravedad del suceso desencadenante y su duración, la acumulación de sucesos, los recursos materiales con los que se cuente, o el apoyo social y familiar percibido.
Teóricamente tres resultados son posibles:
1. Cambiar para mejorar
2. Cambiar para empeorar
3. Quedarse en el mismo lugar
Por regla general, debido al alto impacto que causa la crisis la tercera opción es la menos probable de todas.
Podemos decir, que una persona ha resuelto adecuadamente una crisis cuando además de restaurar el equilibrio, logra penetrar en el suceso precipitante de la crisis: encontrando un significado, expresando adecuadamente sentimientos, realizando las adaptaciones conductuales pertinentes, etc.; integrar su experiencia en su vida y es capaz de mirar abiertamente al futuro.
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