¿Es normal lo que me está pasando?
La pregunta
inevitable
Una de las
preguntas más frecuentes que muchas mujeres hacen en consulta psicológica es: ¿Esto
qué me pasa es normal?
Esta pregunta
suele surgir cuando el cuerpo y la mente comienzan a manifestar síntomas que
parecen no tener una causa evidente o que, incluso, se perciben como
desproporcionados frente a las situaciones que los han generado.
No es raro
escuchar frases como: “No entiendo por qué me siento así si en teoría
debería estar bien”, o “Desde que pasó esto, ya no me reconozco”.
En este
artículo abordaremos los síntomas relacionados con la aparición de ciertos
síntomas que pueden aparecer después de haber vivido cambios vitales con
alto factor estresante, una condición emocional más común de lo que se
cree, pero también ampliamente malinterpretada o subestimada.
Cambios vitales y la carga invisible del estrés
Mudanzas,
rupturas, cambios laborales, el nido vacío, una enfermedad, la jubilación, el
matrimonio de los hijos o incluso un ascenso profesional pueden detonar un
desajuste emocional significativo.
A pesar de que
muchas de estas transiciones están socialmente validadas como “normales” o
incluso “positivas”, no siempre se reconocen sus efectos emocionales profundos.
En Psicología
hablamos del trastorno adaptativo
para explicar una respuesta psicológica desproporcionada ante la presencia de un
estresor presente e identificable.
No implica
debilidad, sino que nuestro sistema emocional está sobrecargado y está intentando
adaptarse a una nueva realidad.
¿Qué síntomas son los que pueden aparecer en este tipo
de situaciones?
No es extraño
que se experiment una combinación de síntomas y que estos lleguen a confundirse
con otras condiciones médicas o psicológicas. Algunos de los más frecuentes
son:
- Trastornos del sueño: dificultad para conciliar o mantener el sueño, o
sensación de no haber descansado al despertar.
- Cambios en el apetito: aumento o disminución del hambre, a menudo
acompañados de cambios de peso.
- Irritabilidad o
ansiedad persistente: sensación
de estar “al límite”, hipersensibilidad emocional, o reacciones
desproporcionadas.
- Cansancio constante: fatiga mental o física sin causa médica
aparente.
- Dificultad para concentrarse o tomar
decisiones.
- Llanto fácil o sensación de tristeza
inexplicable.
- Aislamiento social progresivo: se empieza a evitar el contacto con amistades o
situaciones cotidianas.
Estos síntomas suelen aparecer en las semanas posteriores
al evento estresante y pueden durar varios meses si no se abordan
adecuadamente.
¿Es normal sentirse así?
La respuesta es
sí, pero con matices. Es normal experimentar malestar cuando enfrentamos
situaciones difíciles. Lo que no es saludable es normalizar ese malestar cuando
se prolonga, interfiere con el funcionamiento diario o deja de tener relación
directa con el evento que lo provocó.
Muchas mujeres
han aprendido a minimizar lo que sienten, a restar importancia a sus emociones
o a exigirse seguir adelante “como si nada”.
Esta presión
interna puede silenciar señales tempranas de un trastorno adaptativo,
dificultando el reconocimiento del problema.
Desarrollar respuestas adecuadas: de la intuición al
abordaje terapéutico
La buena
noticia es que este tipo de trastorno tiene un excelente pronóstico cuando se
identifica a tiempo y se interviene de forma adecuada.
Estas son
algunas claves para desarrollar respuestas adaptativas y no reactivas:
- Validación emocional: Lo primero es reconocer que lo que sientes es
legítimo. Tienes derecho a sentirte así. No necesitas justificar tu
malestar para que sea válido.
- Psicoeducación: Comprender que tu organismo responde de forma
coherente al estrés permite reducir la autoexigencia. Conocer el trastorno
ayuda a quitarle carga de culpa o vergüenza.
- Espacio terapéutico: La intervención psicológica basada en terapia cognitivo-conductual o
enfoques integradores permite explorar las creencias asociadas al cambio,
desarrollar habilidades de afrontamiento y prevenir cronificaciones.
- Apoyo social: Compartir lo que estás atravesando con personas
de confianza genera bienestar emocional.
- Autocuidado
estructurado:
Establecer rutinas, descanso adecuado, actividad física moderada y
momentos de conexión contigo misma son pilares para restaurar el
equilibrio emocional.
Cuando lo emocional se vuelve físico, escucha el
mensaje
No estás
exagerando. Lo que te pasa tiene sentido y puede explicarse desde la
psicología.
El trastorno
adaptativo no es un signo de debilidad, sino una señal de que estás enfrentando
una transición significativa. Reconocerlo a tiempo y atenderlo desde un lugar
de autocuidado y compasión puede ser el inicio de un nuevo equilibrio, más
consciente y más alineado contigo misma.
Si te sentiste identificada con este artículo, no
dudes en buscar orientación profesional. El primer paso para sanar muchas veces
comienza por dejar de preguntarte si es normal y empezar a preguntarte qué
necesitas.
Buscar ayuda profesional: una decisión valiente y
transformadora
Si bien, en
ocasiones, las personas logran adaptarse a los cambios vitales, en muchas otras,
experimentan un desgaste emocional progresivo que va minando su calidad de
vida. Aquí es donde la consulta con un
profesional de la psicología no solo resulta útil, sino altamente
recomendable.
Contrario a lo
que algunos mitos aún sostienen, acudir al psicólogo no es señal de debilidad,
sino de inteligencia emocional y
responsabilidad personal. Significa que te escuchas, que te reconoces
vulnerable (como todos lo somos en ciertos momentos) y que eliges hacer algo al
respecto.
¿Por qué es
recomendable consultar a un profesional?
- Evaluación precisa: Un psicólogo puede ayudarte a identificar si tus
síntomas corresponden a un trastorno adaptativo u otra condición, evitando
autodiagnósticos erróneos o minimización del problema.
- Intervención
personalizada: Recibirás estrategias específicas para tu
situación particular, alineadas con tu historia, tu forma de ser y los
recursos con los que cuentas.
- Prevención de
cronificación: Atender a
tiempo un trastorno adaptativo reduce el riesgo de que evolucione hacia cuadros
más complejos, como la depresión mayor o los trastornos de ansiedad.
- Reconfiguración de
hábitos y creencias: El
proceso terapéutico favorece el desarrollo de nuevas formas de interpretar
la realidad, mejorar tu diálogo interno y tomar decisiones más alineadas
con tus necesidades reales.
- Cuidado de tu salud
integral: Porque lo
emocional no está separado de lo físico. El bienestar psicológico influye
directamente en tu sistema inmune, tu descanso, tu alimentación y tu forma
de relacionarte con el entorno.
En resumen, si estás atravesando un cambio vital que ha traído
consigo síntomas emocionales o físicos que no comprendes, y te preguntas si “es
normal sentirte así”, la mejor respuesta no la da un buscador en internet, sino
una mirada profesional, empática y entrenada en comprender lo que no siempre se
ve a simple vista.
Invertir en tu salud mental es invertir en ti misma.
Y nunca es tarde para hacerlo.
Comentarios
Publicar un comentario