Vuelta de vacaciones: cuando lo que más pesa no es la maleta

Estamos llegando al ecuador del mes más vacacional del año, quedan pocas semanas para que las vacaciones acaben y la vuelta a la rutina nos venga a buscar. 

A medida que los días pasan, muy sutilmente algo va cambiando en nosotras: la mente ya no está en la playa, sino en la lista de útiles escolares, en la logística de horarios y en el regreso a la rutina laboral. 

Y si en casa hay niños en edad escolar, la vuelta implica una coreografía de responsabilidades que, aunque se esperan compartidas en teoría, en la práctica suelen recaer en gran medida en el listado de tareas de las mujeres. 



Cuando el descanso se convierte en maratón mental

Y es que el final de las vacaciones no solo implica dejar atrás el ocio, el descanso y la diversión; también conlleva reactivar una cuenta atrás que nos lanza a un sinfín de tareas, exigencias y necesidades que deben ser atendidas. 

En muchas familias, la preparación para el nuevo curso escolar coincide con la reincorporación al trabajo, lo que complica las cosas. Algunos ejemplos de estas preocupaciones que nos visitan antes de tiempo son:

Aumento del gasto económico: compra de material escolar, ropa y cuotas varias.

Necesidad de una planificación logística: organizar horarios de entrada y salida, actividades extraescolares, transporte y comidas.

Incremento de la carga emocional: atender la ansiedad o resistencia que pueden presentar los hijos por la vuelta a la rutina.

Exigencia de desempeño: retomar el ritmo laboral como si las vacaciones hubieran “recargado la batería” al 100%, aunque la realidad sea que el descanso quedó en una quimera y posiblemente, te encuentres más cansada que antes de las vacaciones por haber soportado un esfuerzo mayor, al cual se suma ahora el estrés  por los preparativos de la vuelta.

La doble y a veces triple jornada femenina

Diversos estudios en psicología social y de género han evidenciado que, en la mayoría de hogares, las mujeres asumen un porcentaje mayor de las tareas invisibles: organización mental, seguimiento escolar, acompañamiento emocional y coordinación de la vida familiar.

Esta sobrecarga —muchas veces normalizada— no solo provoca estrés, sino que a largo plazo puede impactar en la salud física y mental: fatiga crónica, irritabilidad, problemas de sueño y sensación de no “llegar” a todo.



Claves para cuidar tu salud mental en la vuelta a la rutina

La idea no es añadir más tareas a la lista, sino cambiar el enfoque para que la carga sea más llevadera y equitativa.

  1. Planifica con tiempo, pero sin perfeccionismo

    Anticipar compras y organizar calendarios ayuda a reducir el estrés, pero evita la trampa de querer que todo sea impecable. Hay imprevistos y no deben convertirse en tragedias. La clave es planificar, y adaptarse.

  2. Comparte responsabilidades sin “microgestionar”

    Delegar de verdad implica aceptar que la otra persona lo hará a su manera. Esto reduce tu sobrecarga y fomenta la corresponsabilidad. No existe una única forma de llegar a un buen resultado

  3. Pon límites claros

    No todo debe pasar por ti. Decide qué tareas puedes y quieres asumir, y cuáles no. Decir “no” a tiempo es un acto de autocuidado. Nadie va a defender tu territorio, si no eres tu misma.

  4. Reserva espacios de descanso real

    No pospongas tus momentos de pausa hasta que “todo esté hecho”. La lista de pendientes siempre se regenera; tu energía, no tanto. Si tu estas bien, todo irá bien.

  5. Habla de la carga invisible

    Poner en palabras lo que implica sostener la vida familiar es el primer paso para que se valore y se reparta mejor. Utiliza los medios que tengas a tu alcance para que lo invisible sea visible.

Un cierre para abrir espacios

El fin de las vacaciones puede sentirse como una pérdida de libertad y un salto brusco a la exigencia. Pero si se gestiona con conciencia, límites y corresponsabilidad, es posible que la vuelta sea menos un “aterrizaje forzoso” y más un suave descenso.

Cuidarte no es un lujo ni un capricho: es una inversión para tu bienestar y el de tu familia. Porque, al final, si la persona que sostiene gran parte del engranaje familiar se agota, todo el sistema lo resiente.

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