martes, 15 de noviembre de 2016

LA VIDA. UN TRÁNSITO HACIA LA MUERTE


El morir comienza desde el momento de nacer, este es un axioma sin derecho a réplica y en el que todos estamos de acuerdo, eso sí, a partir de alcanzar cierta edad. Se nace sin conciencia de que algún día se tiene que morir, pero pronto se advierte de manera creciente de que la vida, toda ella, tiene un ciclo: nacer, crecer, declinar y morir. 

Las mejores condiciones sanitarias y socioeconómicas, junto con los adelantos tecnológicos de las últimas décadas, han propiciado el aumento de la esperanza de vida; que no significa solamente que la población viva más años, sino que el número de personas mayores aumenta al mismo ritmo que cambian sus características personales y sociales, tienen nuevas formas de vida y sus opiniones, convicciones y objetivos difieren bastante de los que tenían quienes formaban este mismo grupo de población hace tan sólo unas décadas.

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Desde el prisma de la más pura ciencia natural, el envejecimiento biológico comienza cuando termina el período de crecimiento, es un proceso gradual e insidioso, pero progresivo. Ocurre entre los 25 y los 30 años, y es observable después de los 40 años cuando el desgaste de los tejidos se hace evidente a simple vista. Hablamos de “envejecimiento primario” cuando nos referimos a este proceso gradual e inevitable de declive que continua a lo largo de los años, y sobre el cual, nuestras posibles actuaciones ejercen poca influencia.

Nos referimos al “envejecimiento secundario” como aquel proceso de deterioro derivado de una enfermedad, el abuso y la inactividad, o un modelo de vida no saludable y que si es sensible a las acciones de la persona para controlarlo.
Lo cierto es que, no podemos hablar de envejecimiento y pensar en una categoría estándar, ya que el envejecimiento del ser humano es un proceso caracterizado por una enorme diversidad, y además, en cada una de las personas manifiesta una tendencia altamente cambiante a lo largo del tiempo.

Algunos factores que determinan dicha diversidad son: la herencia genética, el estado de salud, el status socioeconómico, las influencias sociales, la educación y la ocupación ejercida, las diferencias por generación y la personalidad.

Según los estudios realizados sobre esperanza de vida y longevidad, las curvas de supervivencia apoyan la idea de un límite biológico del ciclo de vida. Aunque mucha gente vive más tiempo que en el pasado, las curvas todavía terminan alrededor de los 100 años. Esto podría ser indicativo de que independientemente de la salud, la condición física y de las mejoras ambientales; el límite máximo del ciclo humano de vida no excedería significativamente a esta edad.Resultado de imagen de abuelos ricos en dibujo



Este progresivo envejecimiento poblacional tiene diversidad de implicaciones sociales, como por ejemplo las acciones vinculadas a promover los recursos necesarios para manejar el aumento de patologías asociadas con el aumento de la edad, o la adecuación de las infraestructuras.

jueves, 10 de noviembre de 2016

ETAPAS DEL DESARROLLO HUMANO



Desde la perspectiva del ciclo vital, para lograr un buen ajuste y una óptima madurez, es necesario satisfacer ciertas necesidades o metas básicas del desarrollo y dominar ciertas tareas que van a presentarse en cada etapa para poder alcanzar un desarrollo normal. 

En conjunto, los principios fundamentales desde el enfoque del desarrollo del ciclo vital son: 

1. El desarrollo humano es un cambio que dura toda la vida. Cada etapa tiene valores y características propias y recibe la influencia de cómo se resolvió la anterior. 

2. El desarrollo es multidimensional. Interactúan, cada una a su ritmo, variables biológicas, psicológicas y sociales. 

3. El desarrollo es multidireccional. Avanzar en un área, no implica crecer en todas las demás y, por supuesto, perder en un ámbito no significa perder en todos. Incluso se puede perder en una y avanzar en otra. Posiblemente con la edad se incrementen algunos atributos nuevos, como la competencia. 

4. El equilibrio entre la influencia relativa de la biología y la cultura cambia a lo largo del ciclo vital. Las capacidades biológicas se debilitan con los años, mientras las habilidades adquiridas gracias a la cultura en la que se ha desarrollado la persona, si son buenas pueden compensar ese deterioro. 

5. El desarrollo implica modificar la distribución de los recursos, que pueden utilizarse para el crecimiento, para el mantenimiento o para la perdida cuando las dos anteriores no son posibles. En la vejez los gruesos de los recursos se destinan a regular las perdidas. 

6. El desarrollo es plástico. Casi todas las capacidades mejoran con la práctica, incluso en edades avanzadas, aunque con límites. 

7. El contexto histórico y cultural influyen en el desarrollo. Los humanos no solo influyen, sino que son influidos por el contexto en el que se han desarrollado. 

En la etapa prenatal ya se desarrollan las capacidades de aprender, recordar y responder a la estimulación sensorial. Se forman las estructuras y órganos básicos del cuerpo; comienza el crecimiento acelerado del cerebro. Ocurre el mayor crecimiento físico de todo el ciclo vital. 

Del nacimiento hasta los tres años, se desarrollan las capacidades de aprender y recordar. Se desarrolla rápidamente la comprensión y uso del lenguaje, así como la autoconciencia. Se produce el cambio de la dependencia a la autonomía. 

De los tres a los seis años, el autoconcepto y la comprensión de las emociones se hacen más complejos; la autoestima es global. Aumentan la independencia, iniciativa y el autocontrol. Se consolidan la memoria y el lenguaje. La inteligencia se hace más predecible. 

Entre los seis y los once años, tiempo al que denominamos “niñez media”, comienza a manifestarse el pensamiento lógico y se produce un deslizamiento gradual desde la influencia de la opinión de los padres hacia la de los amigos. En general, el estado de salud es mejor que en cualquier otro momento vital. El último tramo de este periodo se denomina pubertad. 

De los 11 a los 20/23 años se atraviesa el periodo de la adolescencia. Son años de cambios generalizados y profundos. Se presenta la madurez reproductiva, la capacidad de pensamiento abstracto y de razonamiento científico, aunque persiste la inmadurez del lóbulo frontal del cerebro. El grupo de amigos tienen un papel principal en la formación de la identidad, objetivo central de esta etapa. Se enfrentan al mundo laboral o de estudios superiores, lo que exige una cierta muestra de madurez cognitiva que les permita tomar decisiones importantes. 

Una vez que se abandona la adolescencia, y hasta los 40 años más o menos, entramos en la adultez temprana, donde la condición física alcanza su máximo nivel para ir disminuyendo ligeramente, y donde los estilos de vida que elijamos van a tener una notable influencia en nuestro nivel de salud. El pensamiento adquiere un alto nivel de complejidad y los rasgos de personalidad ya son evidentes y estables. Es la etapa en la que normalmente se establecen relaciones de intimidad. 

La adultez media se da entre los 40 y los 65 años. Las capacidades sensoriales comienzan un lento declive, al igual que el vigor físico y la resistencia. Aunque comienza a ser evidente las grandes diferencias entre los individuos. Las habilidades mentales llegan a su nivel máximo y la capacidad de resolución de problemas y la competencia se elevan.  La creatividad puede mermar, pero aumenta su calidad. Es el momento en que se puede alcanzar el éxito profesional, o el cambio en el trabajo en caso de no alcanzarlo. A la responsabilidad de ayudar a los hijos, se suele sumar la de cuidar de los padres, situación que puede causar tensiones y agotamiento. 

A partir de los 65 años, entramos en los que se denomina la adultez tardía. En general, se produce un declive progresivo en la salud y las capacidades, sobre todo en la memoria. El cese de actividad laboral ofrece nuevas opciones en la forma de gastar el tiempo. Cada persona desarrolla sus propias estrategias con las que afrontar las perdidas y la cercanía a la propia muerte, que pueden ser más o menos flexibles dependiendo de las habilidades y competencias adquiridas a lo largo de las etapas anteriores.  Las relaciones familiares y de amistad cobran una importancia central, así como la autovaloración de su historia vital. 

A medida que las personas envejecen, tienden a buscar actividades y la compañía de personas que les proporcionen gratificación emocional. Además, la mayor habilidad de los adultos mayores para regular sus emociones puede explicar su tendencia a ser más felices y alegres que los adultos tempranos y a experimentar emociones negativas con menos frecuencia y de manera más fugaz. 

domingo, 6 de noviembre de 2016

Próximamente:


Grupo terapéutico de elaboración del duelo. 

Grupos reducidos


Dirigido a: 

- Personas que han perdido a un ser querido
- Personas que han sufrido pérdidas asociadas a situaciones traumáticas (suicidio, accidente,...)
- Pérdidas no visibles socialmente
- Duelo anticipado: personas diagnosticadas de enfermedad terminal, así como sus familiares

Infórmate.
encarnagraucullera@gmail.com
722402779

domingo, 18 de septiembre de 2016

¿Compra impulsiva o compra compulsiva?


 La sociedad del tercer milenio es consumista, no en vano es conocida como sociedad de consumo. Nos invade la publicidad en todos los medios de comunicación que nos recuerdan reiteradamente las mejores marcas, nos “premian” con promociones, en definitiva, nos inducen a gastar. En realidad pensamos que consumir es natural, aceptable, mejora la autoestima, estimula la actividad económica.


Además, es fácil encontrar ocasiones para hacer regalos, adquirir artículos para las propias necesidades, invertir en vivienda y transporte, etc. Pero desafortunadamente para algunas personas, la costumbre y el hábito de gastar se convierten en una necesidad patológica.
Compramos cosas innecesarias por diferentes motivos, algunas veces buscando la propia autoafirmación mediante la mejora de la imagen, la comodidad, el capricho personal o por una afición al coleccionismo. En otras ocasiones, compramos al dictado de lo que marque la moda o cedemos a la presión de la rivalidad para no ser menos que los otros. En este ambiente, una de las consecuencias esperables es que un porcentaje de la población desarrolle una adicción a la compra.

Según el Informe Europeo sobre Adicción al Consumo: una tercera parte de los ciudadanos de la U.E, los españoles entre ellos, tienen serios problemas de autocontrol a la hora de realizar sus compras. El 33 % de los españoles tiene un alto nivel de tendencia al consumo irreflexivo o innecesario. Entre un 1 y un 4 %  de ellos podría ser considerado como “consumidor patológico”, y necesitaría algún tipo de tratamiento o ayuda psicológica. Si bien, cuesta mucho que estas personas sean conscientes de que tienen un problema, de hecho, cuando acuden a tratamiento lo hacen impulsados por la familia.

Estos compradores compulsivos son capaces de dilapidar más de lo que tienen y poner en peligro su trabajo y familia para satisfacer su ansía de comprar sin parar. La excitación experimentada es comparable a otras situaciones como la del juego, la droga etc. Y el motivo de ello es que los procesos psicológicos que están a la base de estas conductas son los mismos que en los demás tipos de adicciones.

Un amplio número de problemas psicológicos, familiares o sociales  se relacionan con el consumo y el gasto. Estudios recientes indican que el número de casos patológicos está en ascenso.

Preocupa muy especialmente la falta de una adecuada respuesta educativa al respecto, que dirigida a niños y jóvenes, les informe y proteja como los consumidores que ahora son, y les prepare como los futuros consumidores adultos que serán mañana. Esto es grave, más si se tiene en cuenta que los jóvenes son los más vulnerables a la publicidad.


La edad de inicio del problema, se sitúa en los 18 años y se acentúa unos pocos años después, cuando entran a formar parte del mundo laboral. Pero es en las décadas entre los 30 y 40 años donde se sitúa un mayor número de adictos. En promedio, tardan una media de 12 años en tomar consciencia del problema. Por cada hombre adicto a la compra, son 4 las mujeres que presentan este problema.

lunes, 12 de septiembre de 2016

AUTOESTIMA

La autoestima es esencial para la supervivencia emocional. El ser humano posee la capacidad de definir quien es, establecer una identidad y después decidir si le gusta o no dicha identidad. El problema surge cuando se rechazan partes de uno mismo, pues con ese proceder dañamos considerablemente algunas de nuestras estructuras psicológicas. 
Al autorechazarnos nos producimos un profundo dolor y para mitigarlo aprendemos a huir y/o reinterpretar cualquier situación que pensemos que pueda aumentar ese dolor. Buscamos la solución levantando barreras defensivas inconscientemente, cómo por ejemplo inculpándonos, encolerizándonos, siendo perfeccionistas, poniendo excusas, fanfarroneando, etc. 
En ocasiones se recurre al alcohol, a las demás drogas u otros comportamientos adictivos. Comportamientos que no van a aliviar nuestro malestar, lo más probable es que se agrave notablemente además de añadir nuevos problemas, creando un  círculo del que cada vez es más difícil salir.

Por nuestra  experiencia con los demás aprendemos a valorarnos en función de cómo somos tratados, de las expectativas que se han depositado en nosotros, de nuestros ideales, de nuestro nivel de desempeño, etc. Cuando esto nos está dañando debemos saber que todo aquello que se aprende es susceptible de “desaprenderse”. La forma en que uno se percibe a sí mismo es fruto de antiguas heridas y puede cambiar.

Todo el mundo tiene una voz interior critica, en las personas con baja autoestima esta voz  lee la mente a las otras personas, lleva el registro de los fracasos pero nunca de sus éxitos, fija estándares de perfección imposibles de alcanzar, exagera las debilidades,… y parece que es lo natural ya que comparte su vida cada día. Por distorsionados y falsos que sean sus ataques, siempre se le cree. El secreto para que una mentira sea creíble es repetirla lo suficiente y eso es precisamente lo que la voz crítica hace con quien tiene baja autoestima. Es una voz patológica que tiene su origen en el comienzo de  la historia vital.

Los padres enseñan sus hijos desde que nacen que las conductas son aceptables, reprobables, peligrosas, loables, etc. Se premia aquella conducta buena y se reprende la que no lo es. El niño desde muy pequeño, aprende así que debe ser de determinada forma para obtener la aprobación de sus padres, de alguna forma sabe que correría un grave riesgo si fuese rechazado. Todos crecemos con residuos emocionales de los gestos prohibitivos que nos llevan a pensar que hay una parte de nosotros que es mala y que explica por qué los ataques de esa voz crítica encajan tan bien con lo que uno ya sentía sobre sí mismo. 
Se aprende a escucharla y a creerla pero no se ha aprendido a desconectarla. Lo cierto es que puede aprender a analizar y a refutar lo que le dice la crítica. Puede resintonizarla antes de que envenene sus sentimientos.

viernes, 9 de septiembre de 2016

LA VIDA. UN TRÁNSITO HACIA LA MUERTE

El morir comienza desde el momento de nacer, este es un axioma sin derecho a réplica y en el que todos estamos de acuerdo, eso sí, a partir de alcanzar cierta edad. Se nace sin conciencia de que algún día se tiene que morir, pero pronto se advierte de manera creciente de que la vida, toda ella, tiene un ciclo: nacer, crecer, declinar y morir. 
Desde el prisma de la más pura ciencia natural, el envejecimiento biológico comienza cuando termina el período de crecimiento, es un proceso gradual e insidioso, pero progresivo. Ocurre entre los 25 y los 30 años, y es observable después de los 40 años cuando el desgaste de los tejidos se hace evidente a simple vista. 
Hablamos de “envejecimiento primario” cuando nos referimos a este proceso gradual e inevitable de declive que continua a lo largo de los años, y sobre el cual, nuestras posibles actuaciones ejercen poca influencia. Nos referimos al “envejecimiento secundario” como aquel proceso de deterioro derivado de una enfermedad, el abuso y la inactividad, o un modelo de vida no saludable y que si es sensible a las acciones de la persona para controlarlo. 
Lo cierto es que, no podemos hablar de envejecimiento y pensar en una categoría estándar, ya que el envejecimiento del ser humano es un proceso caracterizado por una enorme diversidad, y además, en cada una de las personas manifiesta una tendencia altamente cambiante a lo largo del tiempo. Algunos factores que determinan dicha diversidad son: la herencia genética, el estado de salud, el status socioeconómico, las influencias sociales, la educación y la ocupación ejercida, las diferencias por generación y la personalidad. 
Las mejores condiciones sanitarias y socioeconómicas, junto con los adelantos tecnológicos de las últimas décadas, han propiciado el aumento de la esperanza de vida; que no significa solamente que la población viva más años, sino que el número de personas mayores aumenta al mismo ritmo que cambian sus características personales y sociales, tienen nuevas formas de vida y sus opiniones, convicciones y objetivos difieren bastante de los que tenían quienes formaban este mismo grupo de población hace tan sólo unas décadas. 
Según los estudios realizados sobre esperanza de vida y longevidad, las curvas de supervivencia apoyan la idea de un límite biológico del ciclo de vida. Aunque mucha gente vive más tiempo que en el pasado, las curvas todavía terminan alrededor de los 100 años. Esto podría ser indicativo de que independientemente de la salud, la condición física y de las mejoras ambientales; el límite máximo del ciclo humano de vida no excedería significativamente a esta edad.


miércoles, 24 de agosto de 2016

El problema de comer

Cuando nuestros antepasados desarrollaron la agricultura, más o menos 10.000 años A.C: abandonaron progresivamente su  rol de cazadores y recolectores, tomando el control de la producción por medio de la agricultura y la ganadería. Se calcula que este cambio incremento la población un 1.000 %. El hombre ya no era nómada, se estableció y durante siglos fue perfeccionando sus técnicas productivas.

En los últimos cincuenta años (quizás sesenta) debido al espectacular desarrollo de una agricultura y una ganadería capaces de producciones intensivas se  han generado, al menos en las sociedades desarrolladas, unas altas cantidades de alimentos, causantes de que tengamos disponibles un número ilimitado de calorías que obtenemos con un escaso gasto energético por nuestra parte.

Desde esta perspectiva es fácil entender porque nuestra especie esta manifestando una tendencia a engordar. Quizá responda a una nueva adaptación que a lo largo de numerosas generaciones futuras camine hacia una obesidad sin repercusiones en la salud no sabemos muy bien por, ni para que finalidad. Pero de momento, lo que sí sabemos ya, es que esta tendencia,  y un ideal de belleza no demasiado conectado a la realidad desarrollado en el mundo occidental,  esta causando problemas a un numero importante de personas en forma de trastornos alimentarios.

Los trastornos de la alimentación constituyen uno de los problemas de salud que han experimentado mayor crecimiento en la población joven. En la actualidad, el ser delgado se asocia con la belleza y la salud, lo que está provocando un culto por el cuerpo y la búsqueda del canon estético de la delgadez que lleva a establecer objetivos de pérdida de peso no realistas cada vez desde edades más tempranas.

Estudios recientes sugieren que 11.2% de los adolescentes muestran conductas alimentarías de riesgo para el desarrollo de TCA, de las que casi 70% de los casos son mujeres. Otro estudio mostró como hasta un 8% de las universitarias encuestadas creían que las estrategias extremas que se han popularizado para el control del peso (por ejemplo, las dietas monoalimentarias) son prácticas útiles.

Estas dietas de dudosa eficacia pueden conducir al desarrollo, no sólo de los bien conocidos trastornos alimentarios, sino también de nuevos TCA como la vigorexia y la ortorexia, el trastorno por atracón o trastorno alimentario compulsivo. Ser mujer y vivir en una cultura occidental ya constituye un factor de riesgo para padecer un  TCA.

Generalmente, las mujeres comienzan a restringir su dieta cuando hay diferencias entre cómo se ven y cómo se quieren ver; es decir, cuando creen que su cuerpo no concuerda con el ideal social, se genera en ellas una insatisfacción con el tamaño y la forma de su cuerpo.


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La autoestima es esencial para la supervivencia psicológica.

La importancia de la autoestima reside en que concierne a todo lo que somos, nuestra forma de ser y la evaluación que hacemos de nuestra valía. El problema esta en la capacidad humana del juicio. Juzgarse y rechazarse a uno mismo produce un enorme dolor. Para evitar agravar de algún modo ese malestar, tendemos a replegarnos, asumir menos riesgos, relacionarnos menos y con peor calidad en nuestras interacciones. Levantamos barreras defensivas, para algunos será la ira, otros el perfeccionismo, las fanfarronadas, las drogas,…..

Nadie puede dejar de pensar en sí mismo y de evaluarse. Importa por tanto, desarrollar nuestra autoestima de la forma más realista y positiva posible, para que nos permita descubrir y utilizar debidamente nuestros recursos personales disponibles, así como aceptar y superar en la medida de nuestras posibilidades nuestras deficiencias.

El estilo de crianza recibido durante los 3 ó 4 primeros años de vida junto con las circunstancias de la vida que nos toque vivir, tendrán un gran peso en la polaridad y calidad de nuestra autoestima. Pero no solo en este periodo del desarrollo va a darse esta influencia. Recientes estudios realizados con adolescentes se ha visto como el apoyo percibido de sus padres, principalmente de la madre, es el elemento que configura la autoestima de los adolescentes tanto en el dominio familiar como en el escolar.

Aunque no estamos completamente determinados por los estilos de crianza recibidos. Las circunstancias de nuestra vida van a influir en la configuración de nuestra personalidad y también en el tipo y grado de autoestima que desarrollemos, pero no es menos cierto que el tipo y grado de autoestima que tenemos también va a incidir en como se desarrollen estas circunstancias. 

Es aquello del ¿qué fue primero el huevo o la gallina? No se sabe pues a pesar de las investigaciones, no hay acuerdo. El factor más importante para el cuidado o reestructuración de la autoestima son nuestras propias (auto) ideas, (auto) creencias y (auto) percepciones.

Una autoestima suficiente posee en mayor o menor medida:

-  Aprecio hacia uno mismo, independientemente de lo que se pueda hacer o poseer.
- Aceptación tolerante y esperanzada de sus limitaciones, debilidades, errores y fracasos.
- Afecto comprensivo. Actitud que genere sentimientos de paz interior.
- Atención y cuidado. Tiene en cuenta sus necesidades reales (psíquicas, intelectuales, físicas, espirituales,…).

Estamos envejeciendo...

La población global está en proceso de envejecimiento, esto es un hecho. Los incrementos más rápidos de envejecimiento poblacional se darán en los países en desarrollo. De hecho, en muchas partes del mundo el grupo de edad de crecimiento se produce en personas de ochenta o más años.

Este es el resultado de una combinación entre varios factores, como por ejemplo: la disminución de la fertilidad, el crecimiento económico, una mejor nutrición, estilos de vida más sanos, mejor control de las enfermedades infecciosas, agua e instalaciones de salubridad más seguras, y también, como obviar el avance en la ciencia, la tecnología y la medicina en las últimas décadas.

A lo que coloquialmente llamamos “tercera edad”, se refiere en realidad a un amplio colectivo de personas con un vasto rango de edades; en consecuencia, es la etapa en la que se dan mayores más acusadas diferencias entre sus componentes, tanto en el estado funcional, cognitivo, motor, psicológico, etc. de cada persona anciana; y también en la red social y familiar que les rodea, su nivel de adaptación a la nueva situación económico-laboral, etc. por nombrar solo alguno de los muchos ejemplos posibles. 

Lo cierto es que la edad cronológica pierde valor explicativo en esta etapa. A pesar de todo ello, en nuestro modelo social actual, la vejez se asocia con escenarios de calado negativo. Habitualmente se atribuye a esta etapa de la vida particularidades como la dependencia, la enfermedad, los problemas cognitivos, la soledad, etc. Son estos unos estereotipos que pueden tener o no relación con la realidad.

Podemos constatar, si escuchamos a nuestros mayores, especialmente a aquellos que tienen menos años, mantienen mejores niveles de salud, o cuentan con una mejor red de apoyo familiar y social, -en definitiva, los que viven su tiempo con un interés que supere el de la mera supervivencia-, que éstas creencias de negatividad y decadencia no son aplicables, ni mucho menos, en todas las personas mayores. ¡Nada más lejos de la realidad!

Es necesario, erradicar falsas creencias y errores, y sobre todo revelar la inconveniencia de generalizar cuando hablamos de la vejez, puesto que, de lo contrario, y a pesar de todos nuestros esfuerzos y de nuestra indudable competencia profesional, podríamos no estar proporcionando a nuestros ancianos una atención acorde con sus necesidades reales, que son exclusivas e individuales.

Aunque es cierto que existe una tendencia similar en cuanto al patrón de comportamiento biológico y fisiológico, no lo es menos que la combinación (única y exclusiva de cada individuo) de variables comportamentales, ambientales y genéticas tienen una clarísima influencia en el proceso de envejecimiento.

De todos modos, incluso en aquellos casos en los que la presupuesta situación de deterioro este presente, no necesariamente se debe asumir en estas personas la carencia de ilusiones, proyectos o esperanzas. Es más, en estos casos es una muy buena práctica ayudarles a buscar, incitar y promover propósitos e ilusiones que den significado y valor a su presente, sea cual sea la circunstancia en que lo transiten.

Estoy segura de que promocionar el conocimiento de todos los conceptos relacionados con el desarrollo humano, el envejecimiento, la enfermedad terminal y la muerte, proporciona una base adecuada sobre la cual apoyar debidamente la ayuda que se proporcione a las personas en las etapas finales de sus vidas, así como a sus familiares y cuidadores, cada uno de ellos inmerso en su momento vital particular.


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